El Convenio Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático entiende al mismo como “un cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos de tiempo comparables”
[1].
En la actualidad existe un fuerte consenso científico, casi generalizado, en torno a la idea de que el cambio climático es un hecho irrefutable, calificado de “inequívoco”
[2], generado por nuestro modo de producción y consumo energético. Según fuentes científicas, hoy en día se sabe que “existen pruebas nuevas y (…) convincentes de que la mayor parte del calentamiento observado durante los últimos 50 años se puede atribuir a actividades humanas”
[3], tal y como evidencia ya el aumento observado del promedio mundial de las temperaturas del aire y del océano, la fusión generalizada de nieves y hielos y el aumento del promedio mundial del nivel del mar.
Aunque existen dudas que no permiten cuantificar con suficiente precisión los cambios del clima previstos, la información validada hasta ahora es suficiente para tomar medidas de forma inmediata, de acuerdo al denominado principio de precaución al que hace referencia el artículo 3 de la Convención Marco sobre Cambio Climático. La inercia, los retrasos en las decisiones y la irreversibilidad del sistema climático son factores muy importantes a tener en cuenta y, cuanto más se tarde en tomar esas medidas, los efectos del incremento de las concentraciones de los gases de efecto invernadero serán menos reversibles.
Para hacer frente al reto ambiental que plantea el cambio climático, muchas opciones se centran en los océanos, el gran sumidero de CO2 del planeta. En el mar confluyen varias fuentes energéticas y formas de producción limpias como la eólica, la undimotriz, la mareomotriz, etc., las cuales podrían constituirse como la principal alternativa a los combustibles fósiles.
Debido a la gran capacidad de absorción de CO2 de los océanos, en la búsqueda de una solución al problema del calentamiento global algunos científicos comenzaron a ingeniar soluciones para secuestrar en el océano el CO2 antropogénico liberado a la atmósfera. Estas opciones van desde el almacenamiento de CO2 en el fondo marino a la inyección directa del CO2 y a la fertilización con hierro. La realización de estas actividades todavía crea ciertas dudas en la comunidad científica e internacional debido a que, en casi todas ellas, los impactos que se pueden producir en el medio marino son todavía inciertos.
A su vez, estas técnicas utilizadas en la mitigación y adaptación al cambio climático suponen un desafío para el actual orden jurídico. Aunque la normativa existente puede aplicarse en ciertos aspectos de estos proyectos, se requiere de una regulación específica que prevea todos aquellos extremos que pueden resultar perjudiciales para el medio marino y el medio ambiente en general.
[1] Artículo 1, párrafo 2 del Convenio Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
[2] IE4 IPCC.
[3] Tercer Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, 2001).